En ningún momento pensé que llegaría a escribir esta entrada. Recuerdo que mientras escribía el anterior post, puedes leerlo aquí, lloraba y lloraba por la angustia, la soledad y el miedo que tenía. Recuerdo que ansiaba que me levantaran el aislamiento por mi positivo en coronavirus y cuando llegó ese momento lloré todo lo que pude al abrazar y besar a mi familia. Recuerdo ver a mis hijos llorar cuando me vieron, pero nunca pensé que esto no hubiera terminado.
¿Qué voy a encontrar en el post?
Visita al hospital
El lunes 15 me dijeron que me levantaban el aislamiento y que poco a poco retomara mi vida. Empecé a salir a caminar, muy poco a poco, porque me fatigaba, me ahogaba, me mareaba muchísimo. Así avanzaron los primeros días hasta que el jueves vi que tenía fiebre y tras hablar con el centro de salud me fui a urgencias. Llegué allí y tras dos triajes tocó una placa para ver los pulmones. La placa salió limpia y en ese momento comencé a comerme la cabeza. «Seguro que la fiebre es por cualquier otra cosa y no tenías que haber venido» «Estás ocupando una camilla que quizás necesite otra persona» y así pasaron las horas.
Mientras tanto me hicieron una analítica y cuando llegaron los resultados la doctora me dijo que no le gustaba nada. La gasometría era «muy fea» y había un valor que le inquietaba, así que tocaba hacer un TAC de tórax.
Trombo y neumonía
Llegó el momento de entrar en el tubo y los resultados llegaron muy rápido: trombo en un pulmón y una pequeña neumonía en el otro. En ese momento rompí a llorar (algún día, cuando tenga fuerzas, contaré la razón). Según me lo comunicó la doctora, me dijo que me quedaba allí y que llamaría a mi familia.
No quiero pensar en la cara de Edu cuando recibió la llamada y en la de los niños cuando se lo contara. ¡Qué dolor! En paralelo yo avisé a mis padres, ya que no sabían que llevaba todo el día en urgencias, ya que no quería preocuparlos.
Durante una semana estuve ingresada en el hospital. La atención de los sanitarios fue de ¡10!, pero mi estancia fue muy dura, ya que a los 15 días de aislamiento en casa tuve que sumar siete en el hospital, y es que estuve sola en la habitación todos los días salvo la primera noche.
Reconozco que mentalmente me ha hecho mucho daño estar 22 días sola en una habitación, pero estos días me han servido para pensar, ordenar mi cabeza, cambiar el orden de prioridades y hacer un pequeño click en mi cabeza.
Ahora solo me queda recuperarme al 100%. La verdad es que va despacito porque por ejemplo me sigo mareando con frecuencia, la respiración se acelera con frecuencia y el dolor de cabeza no me abandona. Estas son algunas de las secuelas que me ha dejado la COVID 19, pero no las únicas. En unos meses toca revisión a fondo para ver mis pulmones.
Imagino que habrá parte 3 de mi relación con el coronavirus, pero confío en que hasta entonces haya post más alegres, con recomendaciones molonas.
¿Y tú has dado positivo en coronavirus? ¿Lo ha sufrido algún ser querido o cercano? Cuéntame.